29/3/22

24 DE MARZO

DÍA DE LA MEMORIA POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA

El próximo 24 de marzo conmemoramos con tristeza y dolor un año más de aquel golpe cívico- militar que, desde 1976 hasta la vuelta a la democracia en 1983, vistió de luto al pueblo argentino.

Poco o mucho, pero seguramente algo habrán oído sobre lo acontecido, tal vez sin entender a fondo las motivaciones y el drama vivido en aquellos años.

Poderosos intereses prevalecieron, desde la vuelta a la democracia en 1983 hasta hace algunos años, para que se intente olvidar semejante atrocidad, para tergiversar lo sucedido, para confundir.

Bárbaros aquellos que negaron o minimizaron los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas en aquellos tiempos, que tomaron por asalto las instituciones del Estado para escarmentar y someter a un pueblo comprometido con su realidad y su futuro.

Bárbaros aquellos sectores de la sociedad civil (entre los que se encuentran grupos económicos, sectores empresarios ligados al agro, a la industria, al sistema financiero, medios de comunicación, etc.) que en algunos casos idearon, financiaron, legitimaron o convalidaron la dictadura. Ríos de tinta se han escrito desde algunos periódicos contra gobiernos democráticos a partir de 1983, desde los mismos periódicos que no publicaban ninguna crítica sobre aquella dictadura que torturaba, que desaparecía y que asesinaba diariamente.

Bárbaras aquellas teorías pensadas con la finalidad de exculpar a los culpables, intentando colocar en un plano de igualdad el accionar de grupos armados de la izquierda peronista y no peronista, con los secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de miles y miles de argentinos a manos de la dictadura y sus “grupos de tareas”. Como si fuera posible establecer una comparación entre el accionar de aquellos grupos guerrilleros, que actuaban al margen de la ley, con las acciones planificadas por las juntas militares y ejecutadas por sus “grupos de tareas”, verdaderos escuadrones paramilitares que cometieron toda clases de aberraciones desde la ilegalidad, desde las sombras, con la total impunidad que les otorgaba el haberse apropiado ilegalmente del control del poder del Estado, que los organizaba y los amparaba.

No se trata aquí de acusar a unos y defender a otros. No se trata aquí de justificar el accionar de los grupos guerrilleros que, si cometieron delitos, secuestros o asesinatos deberían haber sido juzgados por la justicia, dentro del marco de la ley. Es fundamental entender que el delito se debe combatir con la ley y la Constitución en la mano; que quien decida combatirlo por fuera de la ley, utilizando medios ilegales, estará cometiendo delitos infinitamente más graves.  Y lo peor, si esos delitos a los que nos referimos fueron secuestros, tortura, desaparición de personas, robo de bebés a sus madres, asesinatos masivos y planificados, y se llevaron a cabo desde el Estado y desde el aparato represivo del mismo (usurpado de manera ilegal), entonces estamos hablando de DELITOS DE LESA HUMANIDAD, y por lo tanto delitos que no prescriben, que no tienen fecha de caducidad. Estos delitos de lesa humanidad se diferencian del resto en que son cometidos contra los derechos humanos de las personas desde el poder del Estado, utilizando los recursos materiales coactivos (represivos) y la impunidad que este da. El Estado tiene el monopolio del uso de la fuerza, y si la usa contra su población para secuestrar, torturar, desaparecer y matar personas, entonces está cometiendo delitos de lesa humanidad.

La capacidad de acción de la guerrilla por aquellos años no podría jamás justificar el “infierno” que estaba a punto de comenzar.

El “miedo” y el “terror” como arma de disuasión. La cúpula militar de entonces, apoyada y financiada por sectores civiles y del poder económico nacional y extranjero, puso en marcha su plan. Disciplinar a una sociedad movilizada, donde “la política” y “lo social” ocupaban un lugar trascendental. Donde los jóvenes creían en la participación política como herramienta para mejorar la realidad y soñaban con un futuro mejor, más justo.

Y arremetieron contra estos jóvenes, por formar parte de alguna agrupación o partido político, por integrar algún centro de estudiantes, por reunirse para hablar de política o de lo que estaba pasando.

Arremetieron contra los trabajadores, contra los obreros, contra los empleados públicos, contra los delegados sindicales de aquellos gremios que defendían las conquistas de los trabajadores y se rebelaban contra la represión.

Arremetieron contra los artistas, cuando sus palabras, sus canciones, sus pinturas o sus películas incomodaban al poder económico y militar de entonces.

Arremetieron cobardemente contra valientes periodistas que, como pocas veces en nuestra historia, se atrevieron a escribir alguna Carta Abierta denunciando lo que estaba haciendo la junta militar con Videla a la cabeza.

Las consecuencias de este período fueron el desmantelamiento del aparato productivo nacional, el cierre de fábricas. Se dio inicio a un período llamado “la patria financiera” donde la producción industrial dejaba de ser la principal fuente de riqueza de nuestra patria para dar lugar a la especulación. Esto trajo un aumento del desempleo y la pobreza que explica, en parte, la complicada situación por la que atravesó la Argentina durante los años posteriores y de la que estamos tratando de salir.

Pero la principal consecuencia fue la cultural. El miedo ganó. Se tardó muchísimos años en derribar esas máximas del “no te metas”, que quería decir “no participes o no formes parte de cuestiones políticas o sociales porque es peligroso”. Y claro que en aquellos tiempos era peligroso. Te jugabas la vida en eso. Otras de la máximas apuntaba al “por algo será”, como intentando justificar el padecimiento de algún pobre cristiano, suponiendo que se lo tenía merecido.

Sin embargo hubo algunos y algunas que, desafiando a la represión, siguieron reclamando y luchando por la aparición con vida de aquellos que nunca más habrían de aparecer. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, peleando como David contra Goliat, dando una lección y un ejemplo que quedará grabado por siempre en los libros de historia.

Hoy las consignas JUSTICIA y MEMORIA son fundamentales para tener presente siempre lo que sucedió y para que estemos atentos para que no suceda nunca más. Esa justicia tan necesaria para cerrar de una vez por todas este capítulo oscuro de nuestra historia y construir un país más inclusivo y equitativo. Una patria justa, libre y soberana.  Dijo el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel:

“La memoria nos ayuda a iluminar el presente y a generar el futuro en la vida de los pueblos y en nuestras propias vidas. La historia es memoria de la vida de los pueblos, que se fue construyendo en el tiempo, entre luces y sombras, entre el dolor y la resistencia. Argentina fue sacudida y violentada por la última dictadura militar y por todas las dictaduras implantadas en América Latina impuestas a través de la Doctrina de Seguridad Nacional por los EE.UU. Los golpes militares y sus mecanismos del terror, metodologías que llevaron al asesinato, torturas, desaparición de personas, destrucción de la capacidad productiva del país, y los miles de exiliados dispersos en el mundo, están grabados en nuestra memoria…”

Lic. Prof. Diego P. Fontanarrosa