En el día de hoy celebramos uno de los acontecimientos decisivos de la historia de nuestro país: el Día de la Independencia, es decir, nuestro nacimiento como Estado nacional soberano; la conclusión de un sentir que se inició en Mayo de 1810 y que culminó con esta Declaración de la Independencia, que no está de ningún modo concluida, puesto que es un proceso permanente al que hay que ir conquistando y consolidando constantemente, como individuos y como pueblo.
Una manera de hacer esto es valorando y respetando nuestros símbolos patrios. Demostremos nuestro patriotismo recibiendo con un fuerte aplauso a nuestra Bandera Argentina.
Discurso
Este contexto, sumado al avance de la contrarrevolución realista en Venezuela, Colombia, Chile, el Alto Perú (hoy Bolivia) y el Paraguay, dejaron obsoleto cualquier argumento para seguir postergando la declaración formal de nuestra independencia.
Triunfaba una visión valiente: la de Moreno, la de Belgrano, la de Castelli, la de Monteagudo, la de Güemes y sus gauchos, la de San Martín, la de una mujer llamada Juana Azurduy… y la de muchos hombres y mujeres del pueblo, en Buenos Aires y en el interior..., la de comerciantes, hacendados, profesionales..., pero también la de pequeños vendedores, empleados, pulperos, matarifes, artesanos, agricultores de los suburbios, trabajadores serviles, gauchos, nativos…
Sabían que tenían delante de sus narices la oportunidad histórica, tal vez única, de construir un nuevo país, un país libre y soberano. Un país para todos, más allá de las diferencias que de hecho existían. Y esos son los aprendizajes que nos proporciona la historia. A quienes se preguntan ¿para qué sirve la historia? A ellos les digo… es para esto, para tomar el ejemplo de aquellos que obraron con audacia, con justicia y priorizando el interés general por sobre el interés personal o individual. Porque así lo hicieron quienes lucharon y dieron la vida construyendo nuestra Patria, esta que hoy habitamos todos y cada uno de nosotros. Muchas gracias.