En tiempos en
los que la realidad política, económica y cultural nos lleva a cuestionar
nuestro propio sistema de creencias y valores, no debemos tomar a la ligera la
oportunidad de repensar a quienes fueron los referentes al momento de
constituir nuestra nación y al momento de pensar un proyecto para la construcción
de lo que hoy entendemos como nuestra identidad.
Puntualmente,
en esta oportunidad nos reunimos para recordar a José Francisco de San Martín,
el Libertador, el día del aniversario de su muerte.
Si bien
estamos acostumbrados a su nombre y todos y todas tenemos algunas nociones
sobre su vida, la distancia en el tiempo pareciera también distanciarnos de la
persona y del humano, y lo entendemos casi como un mito.
No debemos
olvidar que San Martín fue un ser humano de la misma forma que nosotros y
nosotras lo somos, con deseos y debilidades. Es importante que intentemos
desarticular el mito teniendo muy en cuenta esto para así entender verdaderamente
la riqueza de su vida. San Martín llevó adelante hazañas que todos y todas
somos potencialmente capaces de llevar adelante. Por eso, siempre tomando en
cuenta sus defectos, podemos tomarlo también como ejemplo y referente.
San Martín se
distinguió como militar en el ejército español luchando contra Francia, pero
estando ya interesado en las luchas independentistas que estaban llevando
adelante en América Francisco de Miranda y Simón Bolívar. Luego de destacarse
en el Ejército Español y de convertirse en oficial de alto rango, comenzó a
cuestionar su identidad como español, ya que el 25 de mayo de 1810 en el Río de
la Plata comenzó el proceso independentista que finalmente llevaría a la
constitución de nuestro país. Por esto, solicitó que le fuera dada una licencia
para viajar a Londres y desde allí a Buenos Aires, ya que siendo americano y
militar en el momento en el que había focos rebeldes en América le hubiera sido
imposible pedir permiso para viajar directamente desde España.
Al llegar a
Buenos Aires desde Londres, el gobierno de la revolución le aceptó el rango de
teniente coronel, y pocos días después fundó el Regimiento de Granaderos a
Caballo, quienes aún al día de hoy siguen siendo el cuerpo de élite del
Ejército Argentino.
Poco tiempo
después, San Martín formó parte de la conspiración que tuvo como objetivo la
destitución del Primer Triunvirato y la formación de un nuevo gobierno, ya que
no se mostraban tan dispuestos a independizarse de España como los líderes
revolucionarios esperaban.
A pesar de
todo esto, desde el gobierno de Buenos Aires aun dudaban de su lealtad, puesto
que poco tiempo antes había formado parte del Ejército Español.
El 3 de
febrero de 1813, y tomando en cuenta lo mencionado, San Martín enfrentó el
desembarco de 300 soldados españoles con algunos de sus granaderos sin esperar
refuerzos, casi perdiendo la vida en la que hoy conocemos como el Combate de
San Lorenzo.
Luego de todo
esto, y reemplazando a Belgrano, fue nombrado jefe del Ejército del Norte,
cuerpo al que fortaleció y mejoró, dejando la defensa de esa región en manos de
Martín Miguel de Güemes y encarando tiempo después con el Ejército de los Andes
la epopeya que hoy conocemos como El Cruce de los Andes con el fin de liberar
también de España a los que hoy conocemos como Chile y Perú, ya que su plan fue
la liberación de todo el continente. Por este motivo es que también es un
prócer para la tradición de estos países y tuvo varios cargos de gobierno que
tomó como transitorios en ellos.
Al haber
desobedecido al gobierno central de Buenos Aires, que no apoyaba al Ejército de
los Andes y a la liberación continental, fue acusado de traidor. Por este
motivo y por el creciente conflicto entre unitarios y federales, decidió irse
del país. Si bien participó en numerosas batallas, todas fueron contra amenazas
extranjeras que buscaban someter los focos de rebelión en América, pero al ver
que se acercaba una guerra entre compatriotas que poseían posiciones políticas
que entendía como irreconciliables, eligió retirarse y no tomó partido en la
guerra civil aún cuando tiempo después le ofrecieron ser gobernador de Buenos
Aires, ya que en esa posición posiblemente tuviera que reprimir a sus
conciudadanos.
Varios años
después, sin haberse enriquecido a costa de sus compatriotas, moriría en
Francia a los 72 años.
Aún siendo
esto un resumen de su vida y dejando de lado muchos aspectos, puede darnos la
impresión de haber vivido muchas vidas. Sin embargo, fue un hombre de su época
sumergido en la experiencia de su tiempo de la misma forma que nosotros somos
personas de nuestra época.
Resulta fácil
cuestionar en nuestra sociedad actual los valores y los logros de las
generaciones que nos precedieron. Sobre todo en una época en la que algunas personas
ponen en cuestionamiento los derechos logrados para algunas minorías que no son
tales. Minorías miles y de millones. Vemos el cuestionamiento y el rechazo a lo
establecido como una muestra de inteligencia, cuando solo lo son si se tiene
pensamiento crítico y empatía por los desfavorecidos.
Al ver el
pasado como algo concluido y cerrado, y no como una historia de la cual
nosotros formamos parte, consideramos solo la validez del presente y entendemos
como importante solo aquello que nos pasa individualmente. El otro y lo grupal
parecieran haber cedido frente al peso de un “yo” cada vez más grande y una
intolerancia cada vez mayor al distinto.
Si bien San
Martín fue un hombre de su época, era consciente de la trascendencia de sus
decisiones. Sabía del peso que su figura tenía a nivel político en América y
dejando de lado sus intereses personales, optó por quedarse al margen de las
luchas internas entre compatriotas. Sus ideales eran más fuertes que sus
intereses.
En una
actualidad plagada de ideologías del odio en las que al distinto se lo destruye
o humilla, cuestionarnos los motivos de los referentes de nuestra cultura y de
nuestra historia debería ser un espacio para ser críticos y no para negar y
rechazar.
San Martín
enfrentó muchas batallas, pero ninguna fue para someter a alguien desfavorecido
o destruir a quien poseía principios distintos a los suyos, siempre peleó en
nombre de los más desfavorecidos y de los oprimidos. Tal vez hoy nos suene casi
inocente y hasta tonto decirlo con esas palabras, pero esto es precisamente
porque hoy el individualismo y el egoísmo en algunos ámbitos son considerados
como valores. Y esto en gran medida nos permite entender la creciente violencia
del mundo en el que vivimos, tanto en la realidad física del día a día, como en
la virtualidad de las redes sociales con toda su intolerancia y su agresividad.
Pensar a
nuestros héroes nos permite reflexionar acerca de nuestra identidad, ya que sus
acciones y sus valores representan tanto nuestra historia como nuestros proyectos
de vida, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.
Hoy
conmemoramos un nuevo aniversario del que tal vez sea nuestro máximo referente
histórico. Tal vez sea una buena oportunidad no solo para pensarlos a San
Martín y a nuestra historia, sino para pensarnos también a nosotros mismos y
para reflexionar acerca de que esperamos del futuro de nuestra comunidad.
Porque como él propio San Martín decía, la mayoría de las veces es más importante escuchar que hablar, pero sobre todo es más importante pensar primero pensar en el bienestar del grupo al que pertenecemos que en el bienestar de uno mismo como individuo.